Reemplazar fecha de caducidad por un sensor indicador del estado real del alimento



Millones de toneladas de alimentos se desechan cada año por haber rebasado su fecha de caducidad o incluso la de consumo preferente. Pero esta fecha es siempre una estimación, relativamente conservadora porque está movida por la prudencia, lo que significa que mucha comida todavía en buen estado, se arroja a la basura. Por supuesto, aventurarse a comer productos caducados es arriesgado, y a veces puede no estar claro para el paladar humano si un alimento presenta o no indicios de riesgo de intoxicación alimentaria.

¿No sería útil si el propio envase pudiera analizar el contenido para informar de si todavía es apto y seguro para el consumo humano? Unos investigadores de la Universidad Tecnológica de Eindhoven en los Países Bajos, la Universidad de Catania en Italia, el Laboratorio de Innovación para las Tecnologías de Nuevas Energías y Nanomateriales (CEA-Liten) en Francia, y la compañía STMicroelectronics, han inventado un circuito que lo hace posible.
Este minúsculo dispositivo, que lleva sensores hechos de plástico, cuesta menos de un centavo de euro. Aparte de para vigilar el estado de alimentos, estos circuitos de plástico y costo ultrabajo tienen numerosos usos potenciales, incluyendo a los productos farmacéuticos.

Consumidores, supermercados y demás empresas del sector alimentario en los países desarrollados desechan una enorme cantidad de comida cada año, llegando a unos 100 kilogramos de alimentos por persona, principalmente porque se ha rebasado la fecha de consumo en el envase. Ese desperdicio es malo para los bolsillos de los consumidores y para el medio ambiente. Gran parte del origen de este despilfarro radica en la dificultad de estimar cuánto tiempo el alimento será realmente consumible. Para minimizar cualquier riesgo al vender alimentos a los consumidores, los productores tienden a recortar bastante la vida útil oficial del alimento, lo que se refleja en fechas de consumo preferente más cercanas que las hechas mediante estimaciones quizá más realistas.



Para combatir el desperdicio de alimentos envasados en buen estado, los fabricantes podrían incluir un chip sensor en el envase, capaz de medir, por ejemplo, el nivel de acidez de los alimentos. La información del sensor podría leerse con un escáner o con un teléfono móvil. Dicha información indicaría el grado de frescura del alimento contenido en el envase, o si un alimento congelado fue descongelado y luego recongelado.

En principio, en la actualidad esto ya es posible, usando dispositivos estándar basados en el silicio. El problema es que son demasiado caros. Fácilmente costarían diez céntimos de euro, un costo elevado para, por ejemplo, un sobre de embutido que se vende al público a medio euro.

El equipo de Eugenio Cantatore de Universidad Tecnológica de Eindhoven está ahora desarrollando dispositivos electrónicos hechos de plástico en vez de silicio. La ventaja es que estos nuevos sensores se pueden incluir fácilmente en los envases de plástico. El semiconductor de plástico puede incluso agregarse por impresión, como si fuera una tinta, sobre todo tipo de superficies flexibles, resultando así más barato de utilizar. Y es factible fabricar sensores con un costo inferior a un céntimo de euro.


Fuente: Noticiasdelaciencia.com
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